jueves, 2 de junio de 2011

Disyunción

Destino, persistes en mostrarme espejismos de soberbios placeres
para luego desvanecerlos
y abandonarme en un desierto
de arenas afiladas.
El agua más deliciosa se convierte ante mi
en un arroyo exhausto,
los frutos más exquisitos en amargas bayas secas,
el viento más fresco en un vaho sofocante,
los arbustos más frondosos en tallos muertos y secos,
el llano más verde en una páramo yermo y sin vida.
Y cuando al fin me alisto para regresar al lar donde pertenezco,
cuando me apresto a volver tras mis pasos cansados,
cuando la idea del deleite en tierra extraña abandona mi espíritu,
las visiones del gozo vedado
llegan con renovado ímpetu
haciendo que mis sentidos  caigan en la obnubilación ante su presencia,
como un narcótico inoculado en la sangre,
como un exótico licor bebido con fruición. 

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